Mami…¿De qué color son los abrazos?

Pues sí.

Me lo han preguntado.

Agarrándome muy desprevenida, la verdad.

A lo raro y tierno de la pregunta, se suman un par de ojos enormes y curiosos que no dejarán de buscar los míos hasta obtener una respuesta satisfactoria.

Es que es difícil explicar que los abrazos no tienen color, porque no son un objeto, sino un acto. Acto que, puesto en práctica, también es verbo.

¿Cómo explicarle a una niña de 3 años la diferencia entre el acto y la materia, cuando para ella un abrazo o un “te quiero” son regalos, más palpables que cualquier otra cosa?

¿Cómo decirle a una niña que ha sido llevada en brazos hasta el cansancio, que duerme abrazada a la teta, que expresa cualquier cosa mediante el tacto, que los abrazos son descoloridos? para ella sería indignante.

En su pequeño mundo de olores y caricias, las emociones y las expresiones de amor son tan tangibles como su muñeca preferida. Tan maleables como la plastilina o tan intensos como un trozo de chocolate.

Y yo no quiero arruinar eso.

En un mundo tan marcado por la falta de contacto físico amoroso hacia los bebés desde que nacen, un mundo en donde las reuniones familiares mutan cada vez más videoconferencias, en donde las abuelas ya no son para los nietos nubes de trapo con olor a lavanda, manzanilla, vainilla o guiso…en un mundo donde los whatsapp sustituyen la emoción de la incertidumbre de una cita e incluso el espacio reservado a las primeras caricias…en un mundo así, quiero que mi hija crea firmemente que los abrazos pueden tener color y ser dibujados, moldeados y saboreados.

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Por eso hija mía, te diré que sí.

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Los abrazos, los besos, el amor, tienen colores. Los que tú les coloques. Un arcoiris si quieres.

Los abrazos pueden oler a vainilla, a perfume o al pollo frito que le gusta a tu hermano.

También tienen formas.

Podemos querernos con pompitas de jabón o con la sensación de una sábana limpia y tendida en donde te echas haciendo imaginarios ángeles de nieve.

A veces tienen forma de galletas recién hechas o de una mano pringada de pintura marcando silueta bajo las letras: P A R A   M A M I

Una bella expresión de la plasticidad de un abrazo son los fulares. Esos colores que nos arropan junto a nuestros peques los primeros meses o años de su vida. Casi siempre los elegimos en sintonía con cosas que a veces van más allá de la estética o los gustos personales.

Creo que es preciosa, muy preciosa, la pregunta de mi hija que ha dado lugar a toda esta reflexión. Y sobre todo porque se le ha ocurrido mientras la llevaba a la espalda en la mochila y me abrazaba por las costillas. Creo que si mi maestra Antonieta Sosa (artista plástica) la hubiera escuchado se habría maravillado y tal vez habría dicho algo como «si nosotros los adultos hechos y derechos, preguntáramos cosas por el estilo, creo que este mundo sería más colorido«.

Ojalá mi hija siga teniendo por mucho tiempo ese tipo de dudas. Sobre todo porque yo también quiero pensar en las respuestas.

Y que así sea…al menos mientras le dura la inocencia y la racionalidad no haya moldeado su cabecita soñadora.

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Y tú ¿de qué color crees que son los abrazos?

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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