Quizás ya sepas (y si no te lo cuento ahora) que yo nací en las Islas Canarias y crecí en Melilla.

El mar y la playa han estado muy presentes en mi infancia y juventud. Mis recuerdos de vacaciones son siempre de arena, sol y agua.

He vivido en Sevilla (y me escapaba a Huelva, a Cadiz, a Granada… a la playa) y en Barcelona y siempre he intentado disfrutar del mar al llegar el calor.

Pero ahora vivo muy lejos de la playa. Lo más lejos que he vivido del mar. En Madrid.

Vamos a piscinas pero, qué quieres que te diga, no es lo mismo. La sensación del cloro en la piel no tiene nada que ver con la del salitre. Flotar, nadar, pasear por la orilla… por no hablar de jugar con la arena.

Me encanta jugar con la arena. Hundir los pies en la arena calentita, correr hacia la orilla dando saltitos con toda la dignidad posible, hacer castillos, fosos, montañas…

Es verdad que la piscina es más limpia, no tienes que sacudir kilos de arena antes de subir a casa, pero, con niños y en vacaciones ¿a quién le importa la limpieza?

Total, que echo de menos la playa.

Bañarme en el mar tiene difícil solución viviendo, como vivo, en Madrid. Pero lo de la arena se puede arreglar. Hay muchos parques con areneros así como playas fluviales con arena.

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Jugando con el arenero

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Incluso puedes llevarte un pedacito de disfrute «arenístico» a tu casa con un arenero. Por eso, cuando desde Wickey, empresa especializada en fabricación y venta de parques infantiles, columpios, cajones de arena y casitas de juego de madera para niños, me ofreció probar uno de sus areneros, encantada acepté.

Jugar con arena es muy enriquecedor para los peques de cualquier edad. Desde los más pequeños que pueden ir trabajando la «permanencia del objeto» enterrando juguetes (el juguete sigue ahí aunque no puedan verlo), hasta los mayores que experimentan con la densidad y peso de la arena (seca, húmeda, mojada…), pasando por el trabajo desde la psicomotricidad del control de esfínteres (a este proceso le ayuda la manipulación de masas como las que podemos preparar con arena húmeda).

Todos los niños deberían tener oportunidad de jugar con arena.

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Jugando con arena

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Porque además, ¡¡es tan divertido!!

Hacer castillos, trasvases, enterrarse, excavar, cerner… Hay mil y un juegos que pueden desarrollar con «solo» un cajón de arena.

La única lástima es que, como vivimos en un piso, no podemos tener el arenero en casa y lo hemos instalado en casa de Elo (graaacias por acogerlo). Lo bueno, es que así tenemos más excusas para visitarles y que nuestros hijos pasen un rato superentretenido entre el arenero y la piscina mientras nosotros nos arrimamos a la barbacoa. Casi casi como si estuviéramos en la playa 😀

El arenero que hemos probado es el modelo de 110 x 125 cm. que puedes ver pinchando en este enlace. Como ves, da para que cuatro mozos bien hermosos entierren sus tesoros.

Su diseño me parece muy ingenioso ya que tiene dos tapas que, abiertas, se convierten en bancos donde sentarse o apoyarse a jugar y, una vez que terminan, permiten tapar y recoger con sencillez.

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Se tapa

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Si te asusta la cantidad de arena, tampoco es tanta: 15 paquetes de 5 Kg. fueron suficientes para llenarla (y lo puedes encontrar en grandes superficies de materiales de obras y decoración como Leroy Merlin o Bauhaus).

En la propia web de Wickey tienen todos los extras que puedas necesitar, como tejido antiraíces o protectores de esquinas.

Los niños son capaces de, con agua, arena y palos, organizarse el mejor verano del mundo mundial. Así que si tienes espacio en casa, no lo dudes. Bueno, si tienes espacio en casa igual te puedes plantear incluso algo más aparte del arenero. En la sección Parque Infantil de su web tienes varias propuestas que se adaptan a diferentes realidades, tanto de espacio como de presupuesto y espectativas.

Horas de entretenimiento y diversión, incluso si vives, como yo, lejos de la playa.

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Cabemos incluso enterrados

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Muchas gracias a Wickey por la oportunidad y a Elo por el espacio 😀

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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