Es un placer cuando los padres me dicen que mi charla o mis talleres les han servido para entender mejor las necesidades de sus bebés y para, como consecuencia, atenderles mejor y con más placer para todos. Pero no solo vienen padres a las charlas. Cristina Bravo es psicóloga y se acercó al finalizar una charla para comentarme lo relacionado que estaba todo lo que yo estaba contando con su trabajo diario. Así que le pedí que te lo contara también a ti:

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Soy Cristina Bravo Núñez, psicóloga especializada en problemas de conducta, dificultades de aprendizaje, TDAH y cada día más formada en emociones ya que en mi práctica profesional observo que el desconocimiento que tenemos sobre ese mecanismo de alarma que todos tenemos es un factor principal de la mayoría de los problemas por los que acuden a consulta las familias.

Por recomendación de una compañera de universidad, colega de profesión y feliz mamá asistí a la charla “Portear bien”, impartida por Elena López de Oh! La luna, en Alcorcón. Una recomendación del todo acertada.

Mi principal objetivo al acudir a la charla era conocer a Elena para recomendar la formación con ella a una fisioterapeuta con la que hablé de la importancia de la postura en el desarrollo físico de los niños y de la responsabilidad que tienen los padres/madres al ser quienes, durante el primer año, les colocan de una manera u otra.

De ahí que nos interesásemos sobre el porteo y las posturas de lactancia para el bienestar físico de la madre y el buen desarrollo del cuerpo del bebé.

Monos de Sira

Me sorprendió gratamente que Elena dedicase un ratito de la charla a conocernos como especie animal: semejanzas y diferencias con el resto de animales evolutivamente cercanos a nosotros; ya que cada día observo más en consulta una visión errónea sobre el ser humano en la que parece que nos clasifiquemos en una categoría diferente a la animal. Lo cual es una pena porque al ignorar los conocimientos que tenemos sobre los animales nos perdemos las ventajas de poder aplicarlos a cómo atender a un bebé, entenderle, interpretar su comportamiento en diferentes momentos evolutivos, etc.

Cuando habló sobre el porteo y sus beneficios, incluyó entre ellos los beneficios emocionales del niño y del cuidador que le lleva. También habló del desarrollo emocional cuando explicó la funcionalidad del llanto, el proceso fisiológico del mismo y las consecuencias positivas de atender al bebé cuando nos llama de manera tan estridente y las negativas de desatenderle ante éste.

Sobre este tema vengo observando una pauta en las familias que atiendo en consulta que, aunque de momento no va más allá de una observación profesional, me parece importante tener en cuenta. Los niños con baja autoestima, inseguridad personal, mala relación con los padres, estilo de interacción social con sus iguales de dependencia o de aislamiento, baja tolerancia a la frustración, bajo autocontrol de sus emociones, etc., así como las familias que lidian con los problemas que esto conlleva: “lloriquea por todo”, “abandona ante cualquier pequeño obstáculo”, “se pelea con todos”, “no se relaciona”, “pide mi presencia para todo”, etc., tienen un pasado común: sus llantos no fueron atendidos y tuvieron muy poco contacto físico en su primera infancia con sus cuidadores (dormir desde pequeños en otra habitación, cogerles en brazos lo mínimo, lactancias ausentes o de pocos meses, etc.).

Beneficios emocionales del contactoPor supuesto, desconozco si todos los niños criados bajo creencias educativas del tipo “A”: “no le cojas o luego no querrá caminar”, “no le hagas caso cuando llore o no parará”, etc. sufren los efectos que observo en los niños que vienen a consulta, es decir, desconozco si A conlleva P en todos los casos. Lo que sí afirmo es que todos los que vienen con P, han tenido una crianza de tipo A.

Puede ser casualidad que ningún niño criado de forma “C” (de contacto: porteado, lactancias prolongadas, colecho, siendo atendidas sus necesidades de manera inmediata en los primeros meses de vida y progresivamente demorada según se desarrolla, etc.) haya venido a mi consulta por los problemas antes comentados.

Puede ser que “la moda” de los últimos años haya sido la crianza “A” y esto reduzca la posibilidad de encontrarme con un niño de crianza “C” o puede ser que los niños criados así, y sus familias, no requieran de mis servicios según van creciendo. No lo sé. Quizás después de “poner de moda” la crianza de contacto descubramos que tampoco tiene efectos tan diferentes a otros tipos de crianza, pero tendremos que ponerla a prueba antes de tacharla de errónea al igual que hicimos con la “A”; así como sustituir la que ahora sabemos (o intuimos) que tiene fallos.

Por otro lado, tampoco es tan novedosa esta nueva manera de criar a nuestros pequeños. En consulta escucho a padres quejarse de que antes los niños eran diferentes, que la educación era otra y más sencilla, que los niños no teníamos “tanta tontería”, que nos educábamos “solos”, etc. Nos acordamos de cómo nos educaban de pequeños, pero no de bebés. ¿No será que no fuimos igual que los niños de ahora porque no nos trataron de la misma manera?

Por mis observaciones sobre las consecuencias de una crianza de desapego y por mis recientes observaciones de los bebés y los padres que crían por contacto, sugiero que se opte por la segunda opción. Que se les preste más tiempo, caricias, contacto, etc. desde bebés para poder prestarles menos según avanzan en edad. Si hemos de educarles de 0 a 18 años, ¿por qué querer que ya a los 2 estén criados y no nos necesiten?

De la misma manera y por los mismos motivos, en consulta habitualmente, trato de guiar a los padres para recuperar o incluso crear ese vínculo que no se estableció de bebés. Y aunque les parezca raro, teniendo ya 6, 8 o 10 años, abrazarles cuando se emocionan (cuando se enfadan, cuando lloran, cuando se frustran), darse mimos cada tarde al recogerles del cole y cada noche antes de dormirse. Despertarles con cosquillas, abrazos, besos.

Dejarse embargar de las sensaciones que producen el abrazo de un niño, su risa o su olor. Los padres logran calmar las emociones de sus hijos, no contagiarse de ellas y evitar muchos conflictos cotidianos. Los niños logran ser niños sabiéndose seguros y protegidos en los brazos de un adulto.

«Los niños logran ser niños sabiéndose seguros y protegidos en los brazos de un adulto»

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Si quieres contactar con Cristina, puedes llamarla al 667 611 882 o escribirle un e-mail a: psicologa.bravo@gmail.com.

PD.- Muchas gracias, Sira, por acordarte de mí y regalarme la foto de los monos.

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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