Estos días pasados, en uno de los grupos en los que me muevo en Facebook, hemos tenido un debate intenso con este post del Gemma Gillamón, de su blog Porteo Natural.

El post se llama Porteo, vicios y obsesiones.

En un post posterior queda más claro que intenta invitar a la reflexión acerca del tiempo que «perdemos» en internet.

Pero la cuestión es que leyendo el primer post muchas entendimos que lo que se estaba poniendo sobre la mesa era el «vicio» por los fulares, con todo lo que ello conlleva.

Y muchas nos hemos sentido juzgadas, por el «trapicheo» y, después de leer la aclaración, por el tiempo pasado en internet.

Y cierto es que «quien se pica ajos come». Es decir, que si me molesta, por algo será.

Yo soy una de esas madres que tiene un montón de fulares. Que pasa tiempo en las redes sociales. Que leo y escribo blogs. Y, además, trabajo.

Y me ha hecho reflexionar.

 

El vicio por los fulares.

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Supongo que no es una reflexión nueva entre las madres: el tiempo que pasamos haciendo cosas en vez de estar con nuestros hijos.

La culpa es nuestra compañera, así que es fácil sentirse mal por ponerle al niño unos dibujos para echarse una siesta o por no hacer esas meriendas tan chachipirulis que vemos por internet. Por meterse al baño con el móvil o por no querer pintar con acuarelas.

Sentirnos culpables por lo que hacemos, por lo que no hacemos, por lo que deberíamos hacer, por lo que disfrutamos incluso… es nuestra mayor habilidad.

Viene en el pack de madre. Y aunque muchas luchamos por cambiar la palabra «culpa» por «responsabilidad», la verdad es que, la mayoría de los días, la sensación de culpabilidad está presente. Incluso en esos días en que no has hecho otra cosa que no sea desvivirte por tu-s hijo-s.

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Sin embargo, hacemos cada día un trabajo hercúleo.

Y pocas veces nos lo reconocemos.

Sin referentes propios, en la mayoría de los casos, abordamos una maternidad que nos resulta desconocida, porque pensamos que es lo mejor para nuestro pequeños (como todas las madres, por otro lado, críen como críen).

La mayoría de nosotras somos la generación del pentotal (nuestras madres estaban anestesiadas en el momento del nacimiento) y del biberón. Dormimos solas cuando fuimos bebés. No era extraño el castigo físico.

En pleno apogeo de la mujer trabajadora, muchas de nosotras tuvimos madres y padres trabajadores que, mientras nos inculcaban que las mujeres tenían que trabajar y ser independientes, nos enseñaban que la mujer es la responsable de la casa y de los niños.

Nosotras, y los que son hoy en día nuestras parejas, somos una generación que fuimos pobremente maternados, al menos desde lo físico.

Con esa falta de referentes (por no hablar de la falta de oxitocina en nuestro sistema y sus consecuencias) decidimos criar cuerpo a cuerpo. Damos teta, colechamos, intentamos no castigar, escuchar a nuestros hijos y atender sus necesidades…

Y lo hacemos solas. A veces peor que solas: contra nuestras familias y parejas. Luchando cada una de nuestras decisiones, eligiendo qué «batallas» librar y contra quién librarlas.

Sufriendo al pensar que la abuela le estará embutiendo esa última cucharada de puré, pese a todas las veces que le has dicho que no le obligue a comer.

Evitando comentar que «aún» le das teta a tu hijo de dos años porque a ver qué te va a decir el médico, la vecina, la mamá del cole, el frutero, tu cuñada…

Con pesadillas sobre cómo gestionan los conflictos en el colegio.

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Un día, buscando información en internet que te de los recursos que intuyes que existen pero no tienes, encuentras un grupo de mujeres.

Puede que hablen de sus partos, de «otras» maneras de educar, pregunten sobre lactancia o hablen sobre fulares.

Y te das cuenta que hay más como tú. Que somos más. Que somos incluso muchas. Puede que en tu barrio no, pero sí a golpe de tecla.

Otras mujeres que disfrutan porteando. Otras mujeres que dan teta a niños de más de 5 meses. Otras mujeres que se cuelgan la capa cada mañana para afrontar el día y la crianza, que son (somos) bisagra entre lo que recibimos y lo que queremos dar, que criamos con el esfuerzo de lo no-vivido.

Y encontramos nuestra tribu.

En internet.

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Red Canguro Facebook

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Porque resulta que el ser humano es un ser social, gregario. Que somos animales cazadores-recolectores (aunque no lo parezcamos hoy en día) y que, en nuestro entorno y condiciones naturales, ninguna mujer pasaría más de media hora sola con sus hijos.

Ninguna mujer lucharía para explicar que no es malo dar teta con 3 años.

Ninguna mujer sería responsable de que sus hijos «se divirtieran» el tiempo que pasan con ella.

Porque el ser humano «de verdad», vive en comunidad. Los niños son responsabilidad de todos y entre todos se les atiende. Divertirse es cosa de ellos, y las mujeres hablan entre ellas, se ríen y trabajan, con un ojo puesto en los niños (en todos) pero sin poner el espíritu entero, porque no hace falta.

Nosotras, que tenemos internet para leer blogs, no tenemos estas tribus. Y creamos las otras. Porque nos hacen falta.

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Y probablemente, el tiempo que pasamos con el móvil, con el ordenador, con la tablet, podríamos dedicárselo a nuestros hijos. Es verdad. Hacer alguna manualidad o leerles algún cuento. Pero ese tiempo, ese tiempo «malgastado», nos hace mejores madres.

O a lo mejor es lo que me digo para justificarme.

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Aliviamos nuestra carga con trivialidades como el último Oscha que ha salido y lo rápido que se vendió y que a ver en cuánto sale en la reventa.

Reímos juntas con la última ocurrencia de alguno de los niños. Nos preocupamos juntas cuando alguno está enfermo. Nos contamos el truco para que los filetes queden más tiernos. Compartimos qué tal nos han ido los hipopresivos o nos preguntamos qué es eso de la dieta paleo.

No digo que alguna pueda verse «arrastrada» por las redes sociales. Por los foros, las lecturas, los blogs y resulte que pasa más tiempo del razonable. Seguro que sí. Pero intuyo que si no es el internet, será otra cosa la que le «enganche». E intuyo que necesitará más que una reflexión para comprender de dónde le viene esa necesidad y más que un buen propósito para solucionarlo.

Fuera de esos casos extremos, la mayoría de nosotras somos capaces de gestionar el tiempo que pasamos en internet haciendo lo que sea, así como de darnos cuenta cuándo ese tiempo está siendo excesivo.

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Quienes me conocéis sabéis que abogo por vivir en una aldea con mis amigas y nuestros hijos. Poder decirle a la vecina de enfrente «oye, échale un ojo a los niños que me voy a dar una ducha». Tener la incertidumbre de cuántos vendrán a cenar a casa hoy.

Pero mientras tanto, me conformo con chatear con ellas, leerlas en los grupos y cotillear sobre su stash o en qué se van a gastar la paga extra, si en un «trapo» o en un objetivo.

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Espero que mis hijos me perdonen todo el tiempo que no les he dedicado por dedicármelo a mí.

Espero que, con la base que intento crear, ellos tengan más fácil la crianza, la vida.

Espero que no tengan la sensación de estar en tierra de nadie, que no se pregunten «y de mí, ¿quién cuida?».

Espero que llegue el día en que se sientan con la confianza de decirme, Mamá, qué mal hiciste esto o aquello.

.Maternidad

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Pero también espero que tengan la oportunidad que he tenido yo de conocer mujeres, y hombres, de todas partes del mundo. De compartir vicios, stalkeos, alegrías, penas. Que vivan la sensación de conocer a gente como si fueran de la familia cuando nunca has podido darles un abrazo. La emoción previa a un día de quedada para desvirtualización.

Que ojalá puedan vivirlo todo «en cuerpo y piel», pero que a falta de ello, tengan una ventana en internet como la tengo yo.

Personalmente, agradezco a Internet la oportunidad que me da de participar en este cambio de paradigma que estamos llevando a cabo. Con nuestros aciertos y errores. Con nuestras taras. Con nuestras virtudes. Con nuestros días brillantes y con aquellos más oscuros.

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Muchas gracias a las chicas de Red Canguro (germen de mi vida profesional y personal actual), a las Valentinas (con las que llevo 8 años viendo crecer a los hijos, hemos pasado por foros, Facebook, wasap…), Los 10000, La tribu, La comunidad de fotografía, y todos aquellos grupos en los que estoy pero no participo (porque algo de caso le hago a mis hijos, no te creas, hehe).

Sacáis una mejor versión de mí misma cada día. Porque intento estar a vuestra altura.

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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