Comenzamos la serie de #postinvitados con este relato de Saskia Huiskamp.

Saskia se está formando como Asesora De Monitos y Risas y pertenece al Ateneo De Monitos y Risas, y es un placer contar con ella en ambos proyectos.

Te dejo con su relato, ¡que disfrutes!

 

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Llega el bebé a nuestras vidas y, de repente, nuestro mundo da un vuelco y se gira por completo y con él, felices, nosotras. Y nos convertimos en las mamás del revés. Y del revés… al revés de como se dijo que debíamos hacer. Al revés de como se supone que deberíamos ser…

El mundo ”recto” tiene claro que el bebé tiene que comer, engordar y crecer… y yo le doy teta.

Cuando quiere, cuando pide, aunque sólo sea para ”marranear”.

El mundo “recto” tiene claro que el bebé tiene que dormir y descansar… y yo le doy brazos.

Y para que mis brazos descansen me lo enrollo en un trapo. Y me dice que no. Que lo hago todo al revés.

Incluso llega a decirme más, me dice ¡que le deje llorar! ¡Pero si llorando perdemos lo comido, lo dormido y lo descansado!

Y es que pasa una cosa con el mundo “recto”; no conoce nuestro secreto, o más bien se le ha olvidado. Pero como yo quiero que esto sea un secreto a voces os lo voy a decir: han olvidado que el CONTACTO es una necesidad básica más del bebé (y de la madre).

No voy a ponerme a lanzar hipótesis conspiranoicas ni a filosofear del porqué de este gran olvido, pero una cosa está clara y es que hoy, en este mundo “recto”, parece que las necesidades emocionales están en la segunda, tercera o todavía más lejana página de nuestra agenda cotidiana. Bueno, incluso se rumorea que no son necesidades sino caprichos.

Pero todavía os diré algo más. El contacto no sólo responde a una necesidad emocional, sino que es una pieza clave para el desarrollo del bebé.

Pregunte a quien pregunte, esté del derecho o del revés, me dirá que el estrés es malo, que nos pone enfermos, que hay que evitarlo. Pues yo os digo que hay bebés estresados y que no hay mejor ansiolítico que el contacto. Y como a nosotros, que el estrés nos pone malos y nos hace improductivos y torpes, a ellos les impide focalizar toda su energía en lo que es realmente importante, crecer y desarrollarse.

Así que si mi bebé ha comido, está limpio y descansado pero llora, probablemente necesite brazos, y que los necesite como el comer y el dormir puesto que llora con la misma intensidad. Y yo, que estoy del revés, se los doy, porque no quiero que sienta que el mundo es hostil, porque no quiero que malgaste (tanto que hablamos del ahorro) en lágrimas, porque quiero que bailemos en oxitocina y también porque me lo pide el cuerpo.

Pero oye, que eso no es todo, ¡que hay más en el mundo al revés!

Pues resulta que el contacto ayuda a que nosotras, pobres mortales, mutemos en superbichos perfectos para cuidar a nuestros hijos. Nos volvemos poderosas fuentes de leche, convertimos el baby blues en swing, hace que nuestras hormonas nos den los chutes necesarios para estar siempre dispuestas a responder sus necesidades, aunque trasnochemos, nos refuerzan el sistema inmunológico para poder estar al 100%, nos transformamos de ositos amorosos en fieras protectoras en microsegundos… Sólo por citar algunos de los superpoderes de ser madre del revés.

Y con todo esto, no sé si es que se me ha subido la sangre a la cabeza, pero yo ya no sé quién es el que está del derecho y quién del revés.

¡Ay, ay, que no lo vés, el mundo al revés!

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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