La prisa…

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Esa inevitable compañera en la maternidad.

Muchas veces enemiga de los niños, del disfrute de los días y de nuestra paz mental.

Ni se diga lo caótico que resulta tratar de portear con prisa.

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A veces el porteo es un aliado para sobrellevarla.

Otras…bueno, le pone más leña al fuego.

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Y es que todo depende del carácter del niño, de la etapa de desarrollo en la que se encuentre, de tu destreza usando el portabebés en turno, del ambiente… y por supuesto de la cantidad de prisa que tengas.

Pero hay una cosa en la que creo firmemente. Si se está aprendiendo a usar un portabebés, hay que procurar que sea en un momento tranquilo, con espacio y sabiendo que al menos en los próximos minutos no se tiene nada urgente que hacer.

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¿Por qué?

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He visto a más de una familia aparcar maravillosos portabebés porque tal vez llevaron el primero que vieron en la tienda o la página web. Sin barajar expectativas ni necesidades. (Aquí es donde recalco la importancia de la figura de una asesora de porteo).

Otras veces desisten de portear, solamente por el hecho de no haber «encontrado» el momento «ideal» para aprender a usarlo. Y lo pongo entre comillas, porque eso de «momento ideal» en medio del ajetreo que implica la maternidad, es un poco fantasioso.

Lo suyo es construir, organizar el tiempo necesario para aprender a sacarle partido al portabebés escogido.

Por otro lado, otra cosa que sucede muchísimo, es que una vez que dominamos los nudos o las instrucciones correspondientes, el bebé o niño rechaza ser porteado.

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¿Por qué?

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Si es un bebé pequeño, lo básico sería descartar algún malestar, temperatura inadecuada por exceso o falta de abrigo, cólicos, hambre o pañal mojado. Eso en primer lugar.

Luego está el hecho de proporcionarle al bebé el tiempo suficiente para que se familiarice con un nuevo tipo de contacto. La sensación de ser llevado en brazos a ser llevado en portabebés, es muy diferente.

Si es un bebé «grande» y expresa disgusto, tal vez lo relaciona con el hecho de no tener espacio ni tiempo para explorar, para caminar o gatear a su ritmo, para jugar o detenerse y recoger cosas en el camino.

Y es algo muy común tener tanta prisa en el día a día, que sin querer (o queriendo porque no queda más remedio) terminamos usando el porteo para poder «llevar y traer niños» rápidamente.

Porque precisamente porteamos para poder darnos prisa. Y al final, aunque nos pese, algunas necesidades de los peques terminan en un segundo plano.

Resultado: nos hartamos del porteo. O se hartan ellos.

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Paseando al perro

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Y es que es muy difícil a veces, encontrar el equilibrio entre el disfrute y la utilidad de portear. Porque a veces se relacionan estrechamente. Otras, parece que se trataran de cosas opuestas.

Creo que por eso a veces nos choca lo que vemos en los maravillosos anuncios de portabebés, con madres de maquillaje perfecto y kilométricos fulares rodeadas de flores, caminos empedrados y montañas azules en el fondo…

Mientras tú, sudorosa y despeinada, luchas por no ensuciar los extremos del fular. O de no pillarte los dedos con las anillas de la bandolera, al ritmo del claxón que asustó a tu hijo (después que te costó dormirlo). O terminas hecha un tamal con el Mei Tai.

Y todo esto casi siempre porque tienes prisa.

Prisa para llegar al cole del mayor, al trabajo, al súper antes de que cierren… creo que el ritmo de vida actual que llevamos no nos hace nada bien.

Y aunque cada día se desarrollen mejores y más simplificados sistemas de porteo, probablemente seguiremos así, en una carrera contra reloj.

Y tenemos el gran reto de hacer que el porteo sea siempre en una herramienta para paliar las consecuencias de la falta de tiempo y no que se convierta en un elemento más de estrés y complicaciones.

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Estoy segura que podemos lograrlo.

A mi me ha costado, claro. Desde que me «peleaba» con mis primeros nudos en el andén del metro o no lograba atinarle a los broches de la mochila y tenía un montón de gente tras de mi esperando pasar.

Y ahora no sé vivir/criar sin portear.

Por eso la palabra que te regalo como «mantra» esta semana es: Paciencia.

En todo caso, siempre está la opción de tener un ayudabrazos como comodín 😉

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Algunos tips para portear cuando tienes prisa (por Elena)

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  • El primero y más importante es evaluar si REALMENTE no puedes tomarte cinco minutos. Puede que salgas tarde de casa, pero con todo bien colocado es más fácil andar a buen ritmo e incluso echarse una carrera.
  • Por mucha prisa que tengas, cuando vayas a ponerte el portabebés, céntrate en eso. Son solo 3-5 minutos de tu atención plena y, de no hacerlo así, es fácil que te quede mal ajustado, lo que, a la larga, te va a hacer perder tiempo reajustando, sosteniendo al bebé o, directamente, volviéndote a colocar el portabebés.
  • Si tienes un fular, prueba a tener una cruz doble siempre lista (siempre que tu bebé ya se siente solo), como en este vídeo, y así podrás ponerle rápidamente e ir afinando el ajuste «on-the-go».
  • Si tienes una bandolera, déjala siempre con las anillas montadas.

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Y cuéntanos, ¿¿cuál es tu truco de porteo a lo Speedy González??

 

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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