¿Habéis estado alguna vez en un país cuyo idioma no conocéis? Si la respuesta es que sí, ya tenéis una idea de lo importante que es poder comunicarse adecuadamente. Siempre que pienso en los bebés pequeñitos recuerdo alguno de esos viajes, en los que para preguntar por el baño necesité hacer un dibujo “icónico” en una servilleta… Ellos vienen a un “País que no conocen”, donde se habla un idioma que no manejan y no se entiende el lenguaje que ellos usan, además, no conocen las normas sociales (aunque se espera que se comporten de modo acorde a ellas) y, para “echar más leña al fuego”,  el bebé tiene que, mientras se adapta a ese país, conocerse y descubrirse a sí mismo y a su familia.

Por eso me parece tan importante todo aquello que nos permite y facilita la comunicación con nuestros hijos, el porteo (que nos ayuda a identificar y conocer sus señales), el masaje infantil (que crea un ambiente de comunicación y también nos ayuda a identificar señales), atender sus llantos y sus sonrisas (sus más potentes herramientas de comunicación), etc.

Pero hay una manera más directa para comunicarnos con ellos, fácil y asequible: Los Signos para Bebés. En la página de Cinco Deditos vais a encontrar un montón de información superútil: ventajas, cómo comenzar, tutoriales, historia…

Yo me quiero centrar, al menos hoy, en sus ventajas como herramienta de comunicación fácil y útil.

Podemos comunicarnos con nuestros hijos desde mucho antes de que sean capaces de comenzar a hablar, incluso antes de que comiencen a balbucear un papá o mamá. Depende del niño, pero aproximadamente a los 6 meses podrá empezar a signar para comunicarse con nosotros. Y podemos preguntarnos ¿cómo es capaz de comunicarse con signos si no es capaz de hablar?

Deberíamos comenzar por aclarar que los bebés, desde su nacimiento (e incluso antes, pero eso lo veremos en otra ocasión) tienen muy claras sus necesidades: hambre, cariño, sueño, cansancio, soledad… son sentimientos y sensaciones que el niño interpreta correctamente, y demanda que las satisfazcamos. De hecho, desde el principio, los bebés emiten señales que nos comunican estas necesidades y estados de ánimos. Pueden ser señales más sutiles (mirar hacia otro lado, sacar la lengua, guiñar, bostezar, cerrar las manos), o menos (chuparse las manos, sonreir, mirarnos fijamente, llorar); y en cada bebé significarán una cosa diferente, probablemente, pero las señales están presentes. Muchas veces, el bebé hace un par de ruiditos y “sabemos” lo que necesita. En estos casos solemos hablar de intuición y/o instinto maternal, cuando lo que realmente está pasando es que hemos respondido al lenguaje corporal de nuestro bebé, que conocemos e interpretamos inconscientemente y de forma instintiva.

Con el lenguaje de signos lo que conseguimos es poner este tipo de comunicación en un nivel consciente, usando signos con un significado concreto que nosotros mostramos a nuestros hijos para que ellos los usen y así poder comunicarnos con más facilidad.

Volviendo al tema de porqué son capaces de signar si aún no son capaces de hablar, comentar que la comunicación entre personas abarca muchos aspectos, la expresión verbal, la postura corporal, la mirada… El lenguaje hablado es una única faceta de la comunicación, aunque puede que sea la más potente. Los bebés no son capaces de manejarlo hasta aproximadamente los 18-24 meses debido al proceso de mielinización del cerebro.

Cuando el bebé nace, su cerebro ya tiene el máximo de neuronas que tendrá a lo largo de su vida (las neuronas no se reproducen, así que conforme van muriendo nos vamos quedando con menos), unos cien mil millones, pero aún tienen que madurar y crearse las conexiones entre ellas. Estas conexiones se recubren de mielina, que hace más rápida y eficaz la transmisión de información (y, por tanto, el cerebro va funcionando optimizadamente). La mielinización del cerebro es un proceso que dura hasta la vida adulta (aproximadamente los 20 años), y es un proceso que ocurre en ciclos: de modo ordenado y predeterminado. Comienza en las áreas motoras, sigue en las auditivas y visuales y progresa en los primeros meses de vida hacia otras zonas. Según un estudio (más información aquí, y un vídeo muy interesante sobre la maduración de las áreas del cerebro implicadas en el lenguaje hablado), en el 50% de los niños la mielina ocupa el 10% en las áreas motoras y sensitivas a los seis meses de vida, mientras que en las áreas del lenguaje este mismo porcentaje se alcanza a los 18 meses (Oh, qué maravillosa coincidencia :cool:); y entre los 18 y 24 meses las conexiones principales ya están establecidas y finaliza la fase más rápida de depósito de mielina en las áreas relacionadas con el lenguaje.

Así, pues, los niños son capaces de moverse, ver y oir mucho antes de hablar. Y para aprender a signar, y signar propiamente, lo que necesitan es moverse, ver y oir. Los signos se los enseñamos haciendo el signo (movimiento y visión) mientras decimos la palabra que representa (oído). Esto a su vez hace que el aprendizaje sea altamente eficaz, ya que se utilizan los tres sistemas de representación necesarios en el aprendizaje: visual, auditivo y kinestésico. No importa cuál sea el sistema de representación preferido de nuestro hijo, ya que se ponen en marcha los tres. (Más información sobre los sistemas de representación y su importancia en el aprendizaje aquí).

Además, mientras nuestro bebé nos cuenta lo que necesita, está haciendo gimnasia cerebral, ya que está utilizando a la vez los dos hemisferios cerebrales, al utilizar para signar ambas manos. El izquierdo, que es lógico y geométrico, asiento del análisis y del detalle técnico, y tiende a controlar todas las actividades aprendidas e innatas del ser humano, pero domina sobre las actividades adquiridas, como es hablar, escribir, caminar, etc. Y el derecho, metafórico y analógico, está encargado del pensamiento intuitivo, del arte, de la imaginación, de la creatividad, de la memoria, es la clave de la desprogramación y de la comprensión integral. Los beneficios de utilizar los dos hemisferios son importantes: disminuye el estrés, incrementa la creatividad, potencia el pensamiento positivo, fortalece el sistema inmonológico y disminuye la mecanicidad, entre otras cosas.

Así, pues, mirad qué de cosas conseguimos con un poco de tiempo que dediquemos a signar con nuestros bebés: un tiempo de calidad que compartir con ellos, un lenguaje que podemos manejar todos desde muy temprana edad de nuestro bebé (no pensemos sólo en nosotros como padres, pensad en lo importante que puede ser para mostrarle a un hermano mayor que el bebé es “como él”), gimnasia cerebral para nuestro bebé… ¿no merece la pena?

Signos para bebés en Monitos y Risas


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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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