Hace poco contaba mi experiencia con la agitación del amamantamiento.

Y el cómo nos había llegado a afectar en otros aspectos, como por el ejemplo el simple contacto físico.

Y que sin los beneficios que nos proporciona seguir con el porteo, quién sabe cómo lo podríamos seguir manejando.

Pues bien, hoy les quiero contar que mi hija me ha dado una gran lección.

Una lección que significa gran consuelo y tranquilidad antes mis dudas y mi sentimiento de culpa por mis incontrolables reacciones negativas hacia ella, cada vez que me pide teta.

Todo comenzó con un juego.

A sus dos años le gusta «cambiar de piel»e interpretar personajes. A veces le gusta hacer de gato, de bebé pequeño, de abuela, o de perrito. Ésta vez quiso convertirse en mamá. Quiso ser  YO. Y quería que yo actuara como ELLA.

Me quedé cautivada viéndola comportarse con una ternura y paciencia infinita. Incluso cuando YO-BEBÉ simulaba berrinches descomunales. Probé a patalear y arrojar cosas, actuando como un niño pequeño muy enojado. Y allí estaba ella, tranquilizándome con mucho cariño y ofreciéndome «su teta».

Luego yo pedía más y más teta, con insistencia exagerada (conteniendo la risa, cómo no) a ver si me enviaba a freír espárragos. Pues no, ella muy concentrada se lo tomaba muy en serio y simplemente «me atendía» . Nunca me negó su «tetica» de mamá. Y me envolvía con «el fulal» para tranquilizarme.

Tal como yo hacía antes de que existieran los episodios de agitación.

Esa noche, me di cuenta que, a pesar de que los últimos meses no he sido precisamente la mamá más paciente y dulce del mundo, la «semillita» ha dado fruto. Que en lo más profundo de su ser, el amor sembrado está allí, con raíces fuertes.

Que mi pequeña se siente maternada. Que en su mente de bebé-casi-niña, intuye que estamos pasando simplemente por una mala racha. Que mi malestar es pasajero. Que sabe de sobra que mis reacciones no son algo personal contra ella. Que malos días tenemos todos. Pero los momentos maravillosos son aún más grandes.

Una vez más me digo a mi misma que todo lo que encierra el concepto del continuum y el actuar conforme al instinto una vez nacen nuestros hijos, tal vez sea una de las claves para una cultura de amor y paz. 

Y sobre todo, he vuelto a confirmar que no sólo es verdad que los niños son un espejo sino que es cierto aquel dicho de que AMOR CON AMOR SE PAGA .

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contacto

Elena López

Asesora,

consultora y

formadora de Porteo

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